La angustia del octavo mes

Esta angustia es indicio de crecimiento. Este momento se va transformando y da lugar a nuevos...

Cuando el bebé nace se encuentra en un mundo totalmente desconocido y depende enteramente de la madre para ir adaptándose a él. Esta, con sus acciones cotidianas, durante la alimentación, el baño, al hacerlo dormir, cuando lo calma, etc. le va presentando este mundo. La dedicación y comprensión de la madre y las respuestas del bebé van permitiendo que ambos se vayan conociendo y vayan creando un vínculo afectivo intenso entre ellos; el bebé través de la presentación que hace la madre del mundo que los rodea va conociéndolo.


Este mundo está poblado de personas que interactúan con ellos En general, desde el 2º o el 3º mes aproximadamente el bebé responde con una sonrisa a la presencia de cualquier rostro humano. Esta sonrisa es el indicio de un desarrollo importante en la evolución psíquica. Ya tiene registro de lo que es un rostro humano, ya identifica en esa cara la presencia de un compañero humano y reacciona con malestar si el compañero se aleja.



Entre el 6º y el 8º mes algo sucede; nuestro bebé, tan sonriente, empieza a llorar o intenta esconderse si cuando la madre está ausente, se presenta ante él un rostro extraño.

¿Porqué llora el niño? Ya desarrolló cierta posibilidad de juicio para determinar quien es la persona que calma sus necesidades, que entiende sus estados de ánimo, con la que se siente cómodo, la que quiere que esté con él. Espera que venga su madre, espera ver ese rostro que ya grabó en su interior, esa persona con la que estableció un vínculo afectivo fuerte y que es irremplazable.



Ahora el bebé puede comparar el rostro extraño con el recuerdo del rostro esperado y es ante la ausencia de lo esperado que se angustia. No quiere cualquier compañía, como sucedía cuando aún no tenía tan presente el registro de aquel rostro. Quiere la compañía de la madre y si su deseo no se satisface se angustia.



Esta angustia es indicio de crecimiento. Este momento se va transformando y da lugar a nuevos crecimientos. A medida que el bebé crece tolera más la ausencia de la madre y acepta la frustración a su deseo de la aparición de ésta, cuanto más experiencias tenga que en algún momento la madre va a estar con él nuevamente, cuanto más seguro se sienta, la angustia va disminuyendo hasta desaparecer.



Poco tiempo después de la aparición de la angustia del 8º mes y asociada con ella, se desencadenan procesos que llevan a nuevos crecimientos. Comienza un período de discriminaciones que no se limita a las personas, también empieza a discriminar objetos; puede empezar a elegir sus objetos preferidos, no se satisface con cualquiera. A partir de esta discriminación entre lo conocido y esperado y lo extraño comienza a surgir una serie de incipientes comprensiones. Comprende las prohibiciones, las órdenes, los gestos de los otros, los matices afectivos, puede participar de una actividad lúdica compartida y puede empezar a imitar gestos, aparecen entonces las gracias del bebé que son las imitaciones de esos gestos que le muestran los adultos.



Como la angustia ante los extraños está ligada a la ausencia de la madre y al deseo de su presencia, durante el desarrollo pueden volver a aparecer algunos signos de ella cuando el niño se tiene que enfrentar a situaciones de separación importantes.



El nacimiento de un hermanito, el inicio del jardín de infantes, la ausencia prolongada de la madre, son algunas de las experiencias que pueden llevar a que vuelva a surgir este tipo de angustia. Estas reediciones se consideran normales siempre que no sean excesivas en intensidad y que puedan modificarse y permitan una adecuación realista a la situación que la desencadenó.








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